Hacía ya tiempo que Álvaro no pasaba por allí. Quería olvidar los ojos verdes de esa niña de 17 años. Lo había intentado con todas sus fuerzas, pero esa mirada inocente y fugaz no se desvanecía de su mente.
-Busco a Marina, ¿Podría avisarla? -Le pidió al camarero.
-La verdad es que es nuestra bailarina más reclamada, pero lleva días sin aparecer por aquí.
-Y... ¿no sabría dónde encontrarla? -Su voz temblorosa, desesperada, con un escaso hilo de aliento, como si ella fuera su droga necesaria para vivir.
-Sólo sé que dejó algo para un hombre -explicó el maitre.
-¿Quién? -Su impaciencia le hería y le hacía ser débil y vulnerable.
-¿Por qué la busca?, diga.
-¡Eso no es de su incumbencia! -Exclamó Álvaro molesto.
-Entonces calle y márchese por donde ha venido.
-Es amiga, íntima ¿le vale?
-¿No tiene más que decir?
-Necesito encontrarla, verla, por favor -suplicó.
-Tome, lo cierto es que le quedaba muy bien a esa niña -afirmó el camarero devolviéndole su viejo sombrero; de la tela interior cayó un papel, lo cogió y lo guardó en el bolsillo.
Salió apresurado de aquel bar, eran las 9:00 pm, hacía frío. El frío que te golpea por la mañana cuando sales a pasear. Acercó el sombrero a su nariz y exhaló el olor que desprendía. Olía a ella, a su perfume. En el papel una dirección y una firma "Marina".
No hay comentarios:
Publicar un comentario