Más brillante que cualquiera

-Echo de menos la luz del mar...

-¿La luz del mar? ¿Desde cuando el mar luce?

-¿Nunca has visto la luz del mar?

-No.

-Por las noches, cuando te sientes solo y bajas a la playa, la luna se compadece y luce brillante para ti, reflejándose en el mar. ¿No has bajado a la playa de noche?

Sara niega con la cabeza.

-Mañana, si quieres, bajamos...

Entonces ambas sonríen dulcemente, con mucho cariño y mucho amor. Un amor de esos incondicional, de los que sólo tienen los amigos de verdad.

-Pero no me va a dar miedo, ¿verdad? Ya sabes que a mi me asusta la oscuridad...

-¡¡Qué tonterías dices, Sarita!! ¿Cómo te va a dar miedo? Estarás conmigo, acuérdate de que juntas no puede pasar nada malo.

-Oye, Gabriela, me está entrando frío -su frente empieza a sudar.

-¿Tienes frío?, pero ¿cómo? Estás sudando. Y además aquí fuera hace mucho calor.

-Gabriela, me está entrando frío -repite de nuevo.

Gabriela se empieza a asustar, ¿cómo es posible? Es pleno verano, y la temperatura no baja de los treinta y cinco grados... Sara se levanta, pero está débil desfallece golpeándose con el suelo. Gabriela grita, corre, busca ayuda, ¿qué está pasando? La intenta levantar pero nunca ha tenido fuerza. Arrastra el cuerpo inconsciente y húmedo de su amiga hasta la alfombra del salón, coge un par de cojines y los pone debajo de la cabeza.

Descuelga el teléfono y comienza a llorar. Un pitido, dos pitidos, tres pitidos... "Emergencias, ¿dígame?"

Casi no sabe ni reaccionar, pero finalmente lo consigue, la ambulancia se dirige hacia allá.

Un par de horas y el doctor sale, serio y frío. Gabriela casi muere al instante, una muerte en vida, "acuérdate de que juntas no puede pasar nada malo".

-¿Y por qué yo no sabía lo malita que estabas, Sarita? Quería enseñarte la luna, para mostrarte que no hay nadie que resplandezca tanto como tú... Y mientras ahora te digo adiós con la mano, que sepas que seguiré diciendo que luces más brillante de lo que cualquiera lo hará.

Gabriela, y su luna, su Sarita.