Conocía absolutamente todos los lunares de su piel. Incluso aquél pequeñito que tenía tan cerca de la ingle, y el de encima de la nalga izquierda. Conocía cada palmo, cada centímetro de su cuerpo. Cada poro, y cada peca que se encontraba alrededor de su nariz. Le parecía dulce observarla cuando se quedaba dormida desnuda entre las sábanas después de hacer el amor. Le gustaba acariciar su pelo largo y anaranjado a todas horas, pero sobre todo en esos momentos. Lo hacía hasta que él también se quedaba dormido.
Siempre se despertaba ella primero, le besaba en la mejilla y se metía en la ducha. Después se levantaba él con ganas de besarla en los labios y con la satisfacción de saber que era la mujer de su vida. María.
No necesitaba más que sus ojos, su bonita sonrisa y sus gafas de pasta. Su pelo negro y su forma de rozar con su boca en su nariz.
Ella lo supo desde el primer día que se cruzó con su mirada. No supo por qué en ese momento, pero le hizo sentir algo especial.
¿Cursi? No. Tierno, dulce, bonito. Eso si.
ResponderEliminarPero, ¿cursi? Creo que debes repasar tu diccionario.